Asunto: Re: HERRI BATASUNA. TEXTO N-2: "POR UN NUEVO ORDEN INTERNACIONAL :... ----------------------------------------------------------------- From: hb@fa94.nodo50.gn.apc.org (Herri batasuna) Newsgroups: act.wb94 Subject: HERRI BATASUNA. TEXTO N-2: "POR UN NUEVO ORDEN INTERNACIONAL :...... Date: Fri, 30 Sep 94 22:56:11 CET Organization: Foro Alternativo, Madrid POR UN NUEVO ORDEN INTERNACIONAL: LA SOLIDARIDAD DE LOS PUEBLOS FRENTE A LA INSOLIDARIDAD DE LOS ESTADOS I¥AKI GIL DE SAN VICENTE. Analista pol¡tico Cierta vez le preguntaron al director general de Nestl‚, Max Gloor, sobre la ubicaci¢n nacional de su empresa. La respuesta del director general ilustra perfectamente la evoluci¢n del problema que pretendemos analizar aqu¡. Dijo Max Gloor que Nestl‚ no pod¡a ser ya considerada ni como puramente suiza ni puramente multinacional: deb¡a hablarse de una "nacionalidad Nestl‚". ¨Qu‚ quer¡a decir con eso de "nacionalidad Nestl‚"? Muy sencillo, que la empresa se mov¡a en y con unos par metros de valoraci¢n que hab¡an superado definitivamente las fronteras mentales y materiales caracter¡sticas del Estado-naci¢n y del comercio sujeto a esos l¡mites. m s concretamente, quer¡a decir que la econom¡a capitalista hab¡a entrado ya en una fase en la que el criterio cl sico de nacionalidad y de Estado-naci¢n no serv¡an para comprender la emergencia de nuevas realidades productivas y de mercado, en suma de valoraci¢n y acumulaci¢n de capital, que se reg¡an por sus propios impulsos. Impulsos internos e inherentes a la l¢gica del m ximo beneficio. Impulsos que ya no necesitan -en esas grandes transnacionales y corporaciones- de los servicios del Estado, sino que han logrado superar el espacio local, regional, nacional e incluso continental, para moverse ya en el marco mundial, global, del planeta en su totalidad. La afirmaci¢n de Max Gloor nos permite desarrollar las dos cuestiones fundamentales en el tema de la solidaridad de los Pueblos frente a la insolidaridad de los Estados. Son estos: primero, ¨tenemos que seguir pensando exclusivamente dentro de las categor¡as cl sicas burguesas de Estado y todo lo que suponen o tenemos que avanzar en la dial‚ctica entre mundializaci¢n y Estado? y segundo, ¨qu‚ podemos hacer los pueblos oprimidos considerando las transformaciones causadas por la mundializaci¢n?. PRIMERO. 1).- UN POCO DE HISTORIA: Las grandes corporaciones y transnacionales han desbordado ya los l¡mites de los Estado cl sicos burgueses, incluso de los m s poderosos pol¡tica y econ¢micamente. Este proceso de superaci¢n se insinu¢ a finales de la Primera Guerra Mundial confirmando las tesis marxistas anteriores a la dicha guerra sobre el imperialismo, su din mica y contradicciones y su evoluci¢n tendencial. Al concluir la PGM un selecto grupo de burgueses yankis comprendi¢ que la maquinaria estatal existente en aquel momento empezaba ya a quedar anticuada y superada por las crecientes necesidades de planificaci¢n a medio plazo de sus empresas. Empresas que tras un proceso imparable de concentraci¢n y centralizaci¢n iban quedando constre¤idas por la estrechez estatal. En aquellos momentos, la contradicci¢n entre la monopolizaci¢n y el marco estatal se daba fundamentalmente en la tradici¢n aislacionista yanki. Para cambiar esa tradici¢n y amoldar el Estado a las nuevas necesidades, esa fracci¢n burguesa cre¢ el famoso "consejo de relaciones exteriores" que fue y es -ser - el verdadero n£cleo de direcci¢n estrat‚gica de EEUU. Sus objetivos inmediatos fueron dos: uno, penetrar en los aparatos burocr ticos estatales decisorios y otro, variar el sentimiento aislacionista dominante en los EEUU sentando las bases de la ideolog¡a intervencionista e imperialista posterior. Ambos objetivos prioritarios explican, sobre todo, el conjunto de maniobras internas y presiones externas que se realizaron para agudizar al extremo los conflictos con el Jap¢n. La pol¡tica exterior yanki se orient¢ hacia la guerra con el Jap¢n como premisa para la posterior expansi¢n por el oc‚ano Pac¡fico. La pol¡tica interna consisti¢ en debilitar la mentalidad aislacionista y extender el belicismo expansivo. Controlada ya Am‚rica Latina, las grandes empresas yankis necesitaban seguir creciendo por el Pac¡fico. La anterior "doctrina Monroe" no serv¡a ya debiendo crearse otra nueva justificaci¢n. Estaba claro que el aparato estatal en todos sus sentidos tambi‚n deb¡a ser transformado seg£n, por y para los nuevos intereses del capital. Las muy serias dificultades estructurales del capitalismo yanki para salir de la profunda crisis de los a¤os treinta son la causa de que, adem s de buscar deliberadamente la guerra con Jap¢n, tambi‚n se buscase la guerra con Alemania. En la medida en que el capital comprendi¢ que su £nica salida era una nueva guerra mundial, en esa medida comprendi¢ a la vez que la forma-Estado anterior a la crisis era ya inservible. La tragedia de 1929 ven¡a a confirmarlo. Las estrategias expansivas de Alemania y Jap¢n tambi‚n lo confirmaban. Los crecientes procesos revolucionarios en concreto la aparici¢n de la URSS y de liberaci¢n en lugares centrales del caduco orden colonial y de nuevo orden imperialista, agudizaban esa certidumbre. La decadencia ostentosa de la Gran Breta¤a y el marasmo en el se encontraba Francia, en claro beneficio de Alemania, tales cambios a¤ad¡an una innegable raz¢n de urgencia para los cambios. El Estado resultante de la Segunda Guerra Mundial segu¡a siendo un Estado de clase , pero los cambios sufridos eran tales y su dependencia hacia las grandes empresas era tal que hasta el propio presidente Eisenhauer tuvo que reconocerlo as¡. Los cambios acaecidos eran comunes a todos los Estados importantes. De hecho, con anterioridad a la IIGM, las burgues¡as alemana y japonesa, por citar las dos m s importantes junto a la yanki, se encontraban en la misma tesitura de modernizaci¢n de la forma-Estado. Es significativo, en este sentido, que a finales de los cuarenta, al poco de concluir la IIGM, se creara el siniestro "club de Bilderberg" que no era sino el paso l¢gico a escala internacional del "consejo de relaciones exteriores" yanki inmediatamente posterior a la IGM. La larga expansi¢n capitalista mantenida hasta finales de los sesenta hubiera sido imposible sin aquellos cambios en la forma-Estado. Se ha analizado con mucha raz¢n y profundidad la importancia del keynesianismo y del taylor-fordismo, del omnipoder del d¢lar y de la disciplina del trabajo impuesta por el capital durante esos a¤os, pero apenas se ha analizado c¢mo esos cuatro niveles eran insustituibles e inseparables de la forma-Estado y c¢mo ‚sta iba quedando superada gradual e implacablemente por la din mica objetiva de las leyes capitalistas. La famosa mundializaci¢n no es sino una de las expresiones de ese proceso general y el desbordamiento y envejecimiento de los Estados una de sus consecuencias inevitables. A comienzos de los setenta la contradicci¢n era ya inolcultable corri‚ndose el riesgo de que el drama deviniera en tragedia. La Trilateral fue una de las principales respuestas del capitalismo en proceso de globalizaci¢n. Luego, en la medida en que la estrategia trilateralista no consegu¡a abrir definitivamente una nueva fase hist¢rica de expansi¢n, se a¤adieron nuevos m‚todos: a finales de los setenta se comenz¢ la revisi¢n de la estrategia contrarrevolucionaria mundial que dar¡a paso al reaganismo, a la nueva estrategia de guerras de baja intensidad, a la guerra de las galaxias y, por no extendernos, al denominado "nuevo orden mundial". 2).- UN POCO DE TEORIA: La raz¢n de fondo de esta contradicci¢n permanente entre las fuerzas expansivas del capital y el cors‚ asfixiante de la forma-Estado en s¡, hay que buscarla la din mica incontenible de la acumulaci¢n, de la reproducci¢n ampliada del capital exigida por sus leyes inherentes: concentraci¢n y centralizaci¢n de capitales; asalariarizaci¢n progresiva de la poblaci¢n; aumento de la composici¢n org nica de capital; tendencia a la baja de la tasa media de beneficio y socializaci¢n objetiva de la producci¢n. Fuerzas expansivas que chocan con especial virulencia en determinados momentos cr¡ticos con los aparatos burocr tico-administrativos creados por el mismo capital y que sirvieron en su momento para impulsar esa expansi¢n. Si tuvi‚ramos que sintetizar esa raz¢n de fondo, dir¡amos que el secreto £ltimo del peri¢dico envejecimiento de la forma-Estado y de las transformaciones nacionales que le preceden, acompa¤an y suceden, radica en la contradicci¢n inherente a la definici¢n simple de capital. O sea, es la contradicci¢n entre, por una parte, las necesidades expansivas de reproducci¢n ampliada, de la valoraci¢n en suma, y por otra, las trabas inevitables impuestas por el capital constante, por el trabajo muerto materializado en estructuras pesadas y anquilosadas, es esta contradicci¢n, insistimos, la que en resumen explica por qu‚ el capital se ha visto forzado peri¢dicamente ha readecuar la forma-Estado a sus nuevas necesidades. De hecho, tal contradicci¢n est  tambi‚n impl¡cita, en germen, en toda econom¡a dineraria, sea dentro del modo de producci¢n tributario y en todas sus variables internas, como en la peque¤a producci¢n mercantil. est  especialmente agudizada en los per¡odos transicionales de un modo de producci¢n a otro. Pero es en el modo capitalista de producci¢n donde adquiere mayor virulencia estructural. El desarrollo incontenible de las transnacionales, de la independencia absoluta de la fracci¢n financiera del capitalismo, el aumento pavoroso de la llamada "econom¡a de papel" o burbuja financiera, con sus terribles consecuencias globales, semejante desarrollo incontenible se inscribe dentro de la naturaleza gen‚tico-estructural del capitalismo. Sus plasmaciones hist¢rico-gen‚ticas, formales, han sido moldeadas por las diversas y sucesivas estrategias empleadas pero, fundamentalmente, por la dise¤ada en Bretton Woods y que ahora, tras medio siglo, pide a gritos una profunda readecuaci¢n dada su manifiesta obsolescencia o, peor para el capital, su fracaso para asentar una nueva fase hist¢rica expansiva, en concreto la sexta en la historia del capitalismo. En lo que concierne a la forma-Estado periclitada y en especial a su capacidad de control-potenciaci¢n de la econom¡a, la mundializaci¢n se plasma en cinco grandes desbordamientos no s¢lo de la forma-Estado sino ya incluso de su muy reciente esfuerzo continentalizador, de creaci¢n de bloques superestatales continentales; son estos: uno, el mercado se mundializa y las grandes empresas venden cada vez m s en cualquier parte del mundo; dos, la valoraci¢n del capital se mundializa y es mundial la fijaci¢n del tiempo de trabajo socialmente necesario, o sea, la ley del valor llega a su absoluto dominio; tres, la planificaci¢n se mundializa y el aumento de la composici¢n org nica del capital es imposible sin esa mentalidad mundializadora; cuatro, el espacio productivo se mundializa y el capital variable queda sometido a la dictadura de las deslocalizaciones y relocalizaciones y £ltimo, cinco, la financiaci¢n se mundializa y las empresas se independizan de sus "bancos nacionales" para financiarse en cualquier parte. Un efecto especialmente grave y peligroso de la mundializaci¢n es el aumento de las fuerzas desnacionalizadoras, uniforma doras y arrasadoras de las identidades populares. Del mismo modo que resum¡amos el secreto del envejecimiento peri¢dico de la forma-Estado en la contradicci¢n expansivo-contractiva inherente a la definici¢n simple de capital, ahora podemos resumir el secreto de la formaci¢n de nuevos poderes mundiales y de la pervivencia -readecuada- de ciertos grandes Estados en la pugna mortal entre la tendencia a la baja de la tasa media de beneficio y la medidas de contratendencia. La mundializaci¢n hace que las medidas deban de ser mundiales, as¡ de crudo. Pero su efectividad depende de su adaptaci¢n a los marcos espec¡fo su efectividad depende de su adaptaci¢n a los marcos espec¡ficos, a los diversos contextos hist¢ricos y sociales. Se trata, en suma, de la efectividad de la ley del desarrollo desigual y combinado a escala planetaria. La efectividad del neoliberalismo consiste en su flexibilidad formal y dureza real. 3).- UN POCO DE DETALLE: En la actualidad existen cinco niveles de concreci¢n estatal en el mundo; cada uno de ellos est  impactado por la mundializaci¢n seg£n su escala. Son estos: un primer nivel de cuasi-Estados, de simples administraciones b sicas como son las que existen en el llamado "Cuarto Mundo", zonas prescindibles por el "Primer Mundo" excepto en contados recursos estrat‚gicos. Son burocracias elementales que sobreviven gracias a ser delegaciones generalmente corruptas de la mundializaci¢n y de los poderes privados de las transnacionales. Un segundo nivel son los Estados d‚biles de la periferia, sin m rgenes reales de maniobra pese a su soberan¡a formal, controlados por la mundializaci¢n en todos los aspectos. Un tercer nivel son los Estados de la semiperiferia que ven como sus m rgenes de maniobra descienden y c¢mo deben aceptar los dictados del exterior, que ya son tambi‚n dictados que provienen de los capitales externos afincados en su interior y dispuestos a marcharse de inmediato si no se cumplen sus condiciones. Un cuarto nivel, los grandes Estados pueden desplazar sobre los medianos y los d‚biles parte de sus problemas pero tampoco pueden enfrentarse totalmente ni a las transnacionales y grandes corporaciones ni mucho menos a los tiburones financieros y especuladores definitivamente ap tridas. Por £ltimo, un quinto nivel constitu¡do por los Estados autodefinidos todav¡a como "socialistas" cada vez m s integrados en la mundializaci¢n v¡a mercado capitalista, financiaci¢n transnacional y de los grandes Estados y penetraci¢n igos y valores. Desde la creaci¢n de la Trilateral en 1973 hasta las m s recientes decisiones del FMI y de otros poderes verdaderamente secretos, hemos asistido a la imposici¢n de la estrategia pol¡tico-econ¢mica neoliberal cuando precisamente se ha demostrado el fracaso hist¢rico de los dos grandes paradigmas de la econom¡a burguesa creados ex profeso como alternativas a las peligrosas perspectivas abiertas por la econom¡a cl sica premarxista y por el marxismo: la teor¡a del inter‚s marginal y el keynesianismo. El neoliberalismo no hace sino aplicar brutalmente en las condiciones actuales lo que Marx explicitara como "causas que contrarrestan la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia" expuestas en la Secci¢n III del desconocido y malinterpretado Libro III de El Capital. Pues bien, en la actualidad, los poderes mundiales emergentes son los que pueden aplicar m s efectivamente esas fuerzas terribles e imponerlas al entero mundo. Sin entrar en matizaciones, hay que decir que el envejecimiento de los Estados viene causado y a la vez se expresa en su incapacidad para aplicar esas medidas contrarrestadoras en la fase de mundializaci¢n. Por el lado contrario, el nacimiento y fortalecimiento de poderes supraestatales mundializados responde a su efectividad a la hora de aplicar dichas contramedidas. Existir n en la medida en que sepan y puedan hacerlo. Cuando no valgan para ello, por las razones que fueren, el capital desarrollar otros instrumentos de poder y explotaci¢n. Pero la capacidad del capital para mejorar sus instrumentos de explotaci¢n depende de tres factores: uno, la situaci¢n objetiva y, dentro de ella, las diversas l¡neas tendenciales existentes; otro, la propia resistencia de las clases, naciones y sexo-g‚nero oprimidos y, por £ltimo, las discrepancias internas entre las diversas fracciones del capital. La dial‚ctica entre los tres factores pueden aconsejar y de hecho aconsejan que los Estados se desarrollen en su n£cleo represivo central, consustancial a su finalidad de explotaci¢n. Existen pues aparatos burocr ticos y tareas permanentes que no deben desaparecer sino crecer y mejorar. La mundializaci¢n no supone por tanto la desaparici¢n total de los Estados sino su remodelaci¢n y adaptaci¢n a las nuevas condiciones: desaparecen viejas tareas, otras se transforman y se desarrollan nuevas. Este proceso de adaptaci¢n se complejiza al darse dentro de la intrincadada mezcla de pugna no antag¢nica y colaboraci¢n estrecha entre las tres cabezas del capital actual: las grandes corporaciones, transnacionales y poderes financieros centralizados en el FMI, BM, etc, por un lado; el proceso de triple continentalizaci¢n de los bloques imperialistas, por otro y, por £ltimo, la autonom¡a formal y apariencial de la ONU que, empero, debe mantenerse para dar cobertura y legitimidad al "nuevo orden". SEGUNDO. 4).- SOBRE ALGUNAS NECESIDADES: ¨Qu‚ podemos hacer los pueblos oprimidos, carentes de Estado propio que nos permita sobrevivir en la selva descrita?. ¨Podemos mirar con optimismo al futuro si aparentemente todo indica que la mundializaci¢n y las transformaciones en la forma-Estado "aconsejan" la resignaci¢n y el "realismo" a los pueblos indefensos?. Es m s, ¨son viables los proyectos independentistas y la creaci¢n de nuevos Estados por los pueblos oprimidos o est n condenados indefectiblemente al fracaso estrepitoso?. Incluso ¨no queda demostrada la imposibilidad de la construcci¢n estatal alternativa por el fracaso del socialismo en pueblos y Estados mucho m s poderosos?. Pero las mismas razones que explican los causas de las transformaciones de los Estados, su agon¡a econ¢mica y reforzamiento represivo, que insertan esos cambios en la mundializaci¢n en proceso, etc, tambi‚n demuestran no s¢lo la necesidad imperiosa de los pueblos de recuperar o lograr su independencia sino, adem s, la posibilidad de hacerlo. Hablamos de posibilidad de lograrlo, no de ineluctabilidad. El aumento de la explotaci¢n del Sur por el Norte, por utilizar una terminolog¡a comprensible pero peligrosa por cuanto ambigua e imprecisa; el aumento de la opresi¢n dentro mismo del Norte; el aumento de las contradicciones sociales, clasistas, nacionales y de sexo-g‚nero a nivel mundial; el aumento de la crisis ecol¢gica y el agotamiento de la capacidad de carga del planeta; el aumento del hambre, de pandemias y del pauperaci¢n absoluta y relativa, etc, o sea el manifiesto empeoramiento y retroceso real y cuantificado de las condiciones de vida de la inmensa mayor¡a de la humanidad se une a la aldeanizaci¢n del planeta, a la reducci¢n de las distancias aislacionistas, al aumento de las posibilidades de intercomunicaci¢n cr¡tica y solidaridad internacionalista. Las necesidades que tenemos los pueblos oprimidos de dotarnos de aparatos estatales nace de la urgencia de resistir a la mundializaci¢n y a sus consecuencias desnacionalizadoras que luego analizaremos. Las resumimos aleatoriamente en ocho bloques imprescindibles: uno, para aliarnos solidaria e internacionalmente contra la unidad imperialista del capital; dos, para resistir con o sin esas alianzas a los concretos planes estrat‚gicos de nueva divisi¢n mundial del trabajo; tres, para defender las culturas e identidades nacionales propias y oponer a la uniformidad cosmopolita del imperialismo la rica y compleja diversidad cultural de los pueblos; cuatro, para luchar contra el desastre ecol¢gico planetario desde y para los intereses de la humanidad y no los del capital; cinco, para hacer frente a las agresiones militares imperialistas sean brutales o de simple cerco y boicot; sexto, para evitar el control de las instituciones internacionales por el imperialismo, reformando unas, anulando otras y creando las que sean necesarias; s‚ptimo, para avanzar en la instauraci¢n de nuevas y superiores relaciones socioecon¢micas y de planificaci¢n internacional de las necesidades humanas y £ltimo, octavo, para luchar conjuntamente contra todas las desigualdades y opresiones, con especial insistencia en dos de ellas como son la patriarcal y la tecnocient¡fica. Desde luego que el orden de exposici¢n no representa ni condiciona la importancia cualitativa de cada una de las necesidades. Las condiciones concretas de cada pueblo, su ubicaci¢n geopol¡tica, su historia, etc, son las que dan prioridad a tal o cual necesidad o necesidades y las complementan con el resto. Aqu¡ s¢lo nos hemos limitado a enumerar lo que consideramos la s¡ntesis £ltima de las necesidades irrenunciables de los pueblos de la tierra en los umbrales del s.XXI. Tampoco hace falta insistir en que el modelo de Estado que necesitamos los pueblos oprimidos no tiene nada que ver con la forma-Estado burguesa y s¡ mucho que aprender las experiencias autoorganizativas de las revoluciones, guerras de liberaci¢n nacional y de clase, sublevaciones e insurrecciones de las masas oprimidas del mundo entero. La experiencia llamada "sovi‚tica" es en este y en otros aspectos, concluyente. Es cierto que la mezcla explosiva de hiperopresi¢n y mayor facilidad de solidaridad internacionalista, esa mezcla azuza el miedo del Centro imperialista, del Norte , ante todo lo que sea movimiento de liberaci¢n. Su miedo a perder o siquiera ver reducidas las inmensa sobreganancias toma cuerpo en las fuerzas de intervenci¢n r pida, en las mil y una imposiciones encubiertas o p£blicas a los pueblos oprimidos, en la sistem tica vigilancia preventiva planetaria. Tama¤as energ¡as dedicadas a prevenir resistencias, a reprimirlas antes de que se coordinen, a cercar y asfixiar las que empiezan a coordinarse y a reprimir sanguinariamente las que han superado ya el punto de inflexi¢n, de no retorno al orden imperial, indica mucho. Como lo indica tambi‚n su t ctica de pretender desviar, agotar e integrar mediante conversaciones y negociaciones a la baja, procesos de lucha que han demostrado su resistencia y arraigo popular. Esta dial‚ctica del palo y la zanahoria fue teorizada en principio por la Trilateral y luego se ha ido plasmando en muy contados pero significativos casos. Casos ejemplarizantes por su fuerza y significaci¢n mundial. 5).- SOBRE ALGUNAS TAREAS: La posibilidad de emancipaci¢n nace de esas tensiones crecientes y de las crecientes dificultades para mantener el orden imperial a medio y largo plazo, aunque a corto plazo parezca que estamos condenados a la derrota impuesta por la mundializaci¢n. Es m s, son los efectos de esas transformaciones de fondo los que abren las posibilidades. Las razones que demuestran la necesidad de los Estados para los pueblos oprimidos, expuestas arriba, adquieren a£n m s urgencia si cabe al analizar los cuatro bloques de fuerzas y tendencias desnacionalizadoras activados por la mundializaci¢n. Vamos a exponerlos viendo c¢mo podemos y debemos enfrentarnos a cada uno de ellos. En primer lugar act£a como fuerza desnacionalizadora -y debilitadora a la vez de los Estados en su identidad nacional cl sica- la globalizaci¢n del mercado, del comercio mundial regulado por el Norte. El mercado capitalista obliga a medir no s¢lo la fuerza de trabajo social de los pueblos, sino tambi‚n sus culturas y tradiciones, su idiosincrasia, mediante el dinero en cuanto equivalente universal. Todo queda reducido a mercanc¡a: lo material y lo moral, la cultura y la lengua nacional, el pasado art¡stico acumulado y el ecosistema y h bitat en el que vive el pueblo. Si los Estados son cada vez m s impotentes ante el mercado, lo son a£n m s los pueblos oprimidos y carentes de defensas propias. ¨ Qu‚ hacer?. ¨C¢mo resistir y a£n m s, c¢mo aglutinar fuerzas y tejer alianzas?. En suma, ¨c¢mo luchar contra la desnacionalizaci¢n impulsada por el mercado mundializado ?. La respuesta nace de la misma pregunta: luchando contra el imperio del mercado capitalista, o dicho correctamente, contra las imposiciones de la planificaci¢n del comercio mundial por el Centro imperialista, contra el FMI, BM, GATT y cuantas estructuras e instituciones secretas u oficiales vigilan el cumplimiento de esa planificaci¢n del comercio mundial en beneficio exclusivo del Norte en su generalidad y sobre todo de las reducidas clases dominantes de su interior. Desde luego que no podemos extendernos aqu¡ y ahora detallando c¢mo cada pueblo puede luchar contra la mundializaci¢n. Nos limitamos a presentar la s¡ntesis m s resumida de lo que nos une a todos los pueblos trabajadores aplastados. La mundializaci¢n y la p‚rdida de atribuciones econ¢micas de los Estados aumenta las posibilidades objetivas y la necesidad pol¡tica urgente de la solidaridad internacional. Nunca como ahora, la humanidad se ha visto enfrentada tan antag¢nicamente al mismo enemigo. Nunca como ahora, la humanidad ha sentido en su conciencia dolorida el valor de la hermandad solidaria. Tal experiencia se agudiza en tres decisivos y vitales campos de intervenci¢n com£n: uno, la lucha contra el paro, la austeridad y la miseria galopante causadas a los pueblos indefensos por la estrategia capitalista; dos, la lucha contra el desplazamiento del desastre ecol¢gico a los pueblos pobre y oprimidos y tres, la lucha contra la involuci¢n autoritaria, la represi¢n creciente, el racismo y fanatismo en todas sus formas. Las tres luchas se materializan en m£ltiples combates reivindicativos que van desde la oposici¢n a la pirater¡a de las grandes transnacionales y a sus deslocalizaciones, hasta la oposici¢n frontal al comercio de y con presos pol¡ticos, refugiados y trabajadores emigrantes, pasando por la lucha contra el desarrollismo consumista suicida e irracional en el que se sustenta el capitalismo. Son tres frentes de resistencia m¡nimos, imprescindibles y b sicos que se enfrentan a los pilares de la mundializaci¢n en proceso. En segundo lugar la dictadura de las transnacionales de la informaci¢n y de la prensa, de quienes controlan las nuevas tecnolog¡as comunicativas. No hablamos de simple comunicaci¢n sino del control no ya de la comunicaci¢n sino de la producci¢n del saber tecnocient¡fico inherente al dominio del conocimiento. Los omnipresentes canales televisivos ferreamente controlados por el Norte -mayoritariamente por USA- son adem s de instrumentos aculturizadores y desnacionalizadores, tambi‚n de empobrecimiento material y productivo para los pueblos oprimidos y de hipercontrol del desarrollo tecnocient¡fico por el Centro imperialista. Desnacionalizaci¢n y pobreza van juntos. Tambi‚n van desnacionalizaci¢n y opresi¢n global, total y sin fisuras. La uniformaci¢n de las mentes colectivas, su aplanamiento y nivelaci¢n en la escala m s reducida y descualificada -una exigencia de la nueva divisi¢n mundial del trabajo- posible se realiza mediante las transnacionales de la desinformaci¢n y de desertizaci¢n cultural. Es imposible la definitiva penetraci¢n del comercio capitalista -planificado por los poderes ap tridas- en un pueblo cuando ‚ste conserva su autoidentidad y su poder de decisi¢n estrat‚gica, es decir, su independencia nacional. Se trata por consiguiente de romper ese monopolio unidireccional y de desarrollar la libre, veraz y contrastable intercomunicaci¢n solidaria entre los pueblos como garant¡a de justicia. El conocimiento mutuo, el traspaso rec¡proco de experiencias, victorias y derrotas, reivindicaciones, alegr¡as y sufrimientos entre los pueblos aplastados, este fluir multidireccional, incontrolable para y por las transnacionales y grandes Estados capitalistas, propiciador de redes autogeneradoras e interpenetradas, es una prioridad de estricta sobrevivencia. Tampoco podemos precisar aqu¡ y ahora las diferentes situaciones y necesidades de cada pueblo. S¡ tenemos que asumir los pueblos oprimidos sitos en el Centro o Norte mismo, asumir una mayor responsabilidad -asunci¢n extensiva a todos los asuntos, sea dicho de paso- aportativa y solidaria por dos razones: una, por si mple justicia distributiva y otra, por nuestras mayores posibilidades y medios al ser del Norte, aunque seamos el "sur dentro del norte". En tercer lugar la imposici¢n del occidentalismo como unidad axiol¢gica y valorativa. Es m s que una mera consecuencia de los dos puntos anteriores. Hist¢ricamente, la expansi¢n avasalladora del occidentalismo ha tenido razones m s profundas que la legitimaci¢n formal del colonialismo y del imperialismo. Ha buscado imponer una estructura ps¡quica de masas apta para la explotaci¢n asalariada. Ha actuado como cemento cohesionador de las nuevas geograf¡as productivas impuestas por el colonialismo y el imperialismo. Introducir en el pensamiento desnacionalizado y desarraigado de los pueblos invadidos criterios como "desarrollo", "progreso", "rentabilidad", "p‚rdida", "salario", "tiempo de trabajo", "familia", o sea, disciplinas y castigos, l¡neas de autoridad, jerarqu¡a y mando delegado acordes a la nueva socialidad impuesta, tal construcci¢n de personalidades obedientes aptas para las nuevas explotaciones, ha sido y es una de las funciones b sicas del occidentalismo. Para lograrlo, no basta s¢lo el peso alienante de la desinformaci¢n televisiva y de los mass media del punto anterior, sino es imprescindible esa occidentalizaci¢n genocida. Los pueblos oprimidos occidentales tenemos aqu¡ una triple tarea: de un lado, superar en nuestra conciencia colectiva interna los muchos componentes reaccionarios, racistas y xen¢fobos que tiene nuestro occidentalismo; de otro, convertirnos en adalides de la defensa de las culturas no occidentales dentro mismo de occidente, apoyando incondicionalmente sus derechos nacionales y culturales y por £ltimo, apoyar sus procesos de liberaci¢n y sus reivindicaciones a escala planetaria. Los pueblos oprimidos occidentales hemos de saber que nunca seremos libres en el sentido total del t‚rmino si somos copart¡cipes de su esquilmaci¢n y expoliaci¢n, si nuestra comodidad se sustenta en su miseria, nuestros derechos en sus opresiones. El problema que tenemos los pueblos oprimidos occidentales es que, en cuanto occidentales y por ello mismo, por las prevendas y ganancias relativas pero reales que nos concede el imperialismo, nos resulta extremadamente dif¡cil comprender la din mica mundial y luchar contra ella. Dicho de otro modo: romper las cadenas de oro, pero cadenas, que nos oprimen y que son de oro gracias al hambre de los pueblos oprimidos no occidentales. En cuarto lugar, como consecuencia de lo anterior pero con importancia espec¡fica, el analfabetismo funcional creciente y el dominio de la met fora computacional. La solidaridad apenas ha empezado a mostrarse en esta nueva forma de opresi¢n. Tal vez sea debido a que es muy reciente, incluso tanto que hay pueblos mal llamados "subdesarrollados" que aun no la padecen o justo est n empezando a sufrirla. Pero nos enfrentamos a un peligro estremecedor pues se trata de la culminaci¢n definitiva del proceso de absorci¢n capitalista que empezando por la nueva divisi¢n mundial de l trabajo, siguiendo con la dictadura transnacional de la desinformaci¢n, avanzando con la occidentalizaci¢n concluye, llega a la plena mundializaci¢n en suma, con la subsunci¢n de las categor¡as epistemol¢gicas y ontol¢gicas en el paradigma impuesto por la computadora. De esta manera es la m quina monopolizada por el Centro imperialista la que se constituye en eje definitorio de lo real. Desaparecida ya la cultura oral; muy debilitada la escrita, domina la cultura audiovisual ferreamente monopolizada por el Norte. Mas ‚sta est  entrando ya en una nueva fase de hipercontrol exclusivo por una reducid¡sima minor¡a de "nuevos sacerdotes": el selecto club de los constructores de las nuevas tecnolog¡as. No se puede llegar a rizar el rizo de la mundializaci¢n sin el desarrollo de un nuevo paradigma de pensamiento mundializado. La computadora es el modelo ideal para, a partir de ‚l, imponer a la humanidad una forma de pensamiento definitivamente enajenada, alienada. Ahora no es s¢lo el producto del trabajo abstracto y concreto humano el que es expropiado, o robado el pensamiento mismo, es peor: exterminado antes de materializarse. Ahora la escisi¢n mente-mano, trabajo intelectual-trabajo manual lleva a su m s t‚trica plasmaci¢n. Ahora, la sangr¡a, el expolio y saqueo intelectual eufem¡sticamente denominado "fuga de cerebros" del Sur al Norte, se transforma en pura y simple exterminaci¢n de las decrecientes capacidades de creatividad tecnocient¡fica del Sur. Ahora, la entera naturaleza, el mundo, en reducido al modelo fr¡o del computador y, por tanto, la l¢gica burguesa del beneficio puede as¡ desplazarse a la velocidad de la luz porque se ha desmaterializado gracias a las nuevas tecnolog¡as. Ahora, mientras que la inmensa mayor¡a de la humanidad es reducida al analfabetismo funcional cuando no absoluto, total, y cuando s¢lo una minor¡a del Centro accede a un conocimiento cuarteado, parcial, selectivo y desequilibrado, es ahora cuando una infinitesimal minor¡a posee y crea el saber , el poder nuevo y brutal: el beneficio ya no necesita del pesado oro y del volatilizable papel moneda, s¢lo necesita de las nuevas tecnolog¡as y de la tarjeta de cr‚dito. Los pueblos oprimidos estamos especialmente indefensos ante el cuarto jinete de la desnacionalizaci¢n. Jinete que no existir¡a sin sus tres compa¤eros y que abre perspectivas aterradoras. En ‚l se simbolizan y materializan lo peor y m s da¤ino del occidentalismo -el progreso y desarrollo burgu‚s-, de la desinformaci¢n y de los valores impuestos por los mass medias occidentales -el cibern ntropo- y de la econom¡a transnacional -la nueva divisi¢n mundial del trabajo- de manera que ‚l parece corporeizar la m s fantasmal de las utop¡as contrarrevolucionarias: la sociedad administrada por la "maquina inteligente". Las izquierdas occidentales a£n apenas hemos empezado a tomar consciencia de lo real de este peligro. Tampoco podemos pedir ayuda a las occidentalizadas izquierdas de otras latitudes pues est n tan perdidas como nosotros. Nos enfrentamos a tres retos: uno, reconsiderar el sentido y la funci¢n de las nuevas tecnolog¡as dentro de una cr¡tica implacable de la racionalidad burguesa; otro, recuperar los valores de las culturas orales y colectivas precapitalistas no occidentales e integrarlas en, por £ltimo, una actualizaci¢n del ideal socialista y comunista. Vemos as¡ que las izquierdas occidentales no somos ya las £nicas depositarias y administradoras del saber revolucionario. Al contrario, ‚ste se debe mundializar a mayor velocidad incluso que la mundializaci¢n capitalista. Pero ¨ podremos hacerlo?. 6).- A MODO DE RESUMEN: La respuesta a esta pregunta exige recurrir adem s de a la frialdad te¢rica, tambi‚n al calor ‚tico y a la esperanza en las propias fuerzas. Hay que recuperar aquella inicial concepci¢n integral de la pr ctica revolucionaria en la que pensamiento y sentimiento eran inseparables de la acci¢n. Ahora, frente a la mundializaci¢n capitalista y la insolidaridad de los Estados, la solidaridad de los pueblos debe asentarse en un conocimiento riguroso de las transformaciones en proceso, en una ‚tica radicalmente internacionalista y en una lucha sin cuartel por conquistar la libertad en la propia naci¢n oprimida. La mejor forma de ser internacionalista consecuente es ser independentista. La mejor forma de oponerse a la mundializaci¢n y a sus Estados t¡teres, es construir poderes populares independientes e internacionalistas radicales. Las transformaciones y cambios acaecidos en el sistema capitalista y en el llamado "socialismo real" m s la extrema gravedad del desastre ecol¢gico, por citar lo m s conocido, han culminado en una situaci¢n mundial caracterizada por el replanteamiento de todos los dogmas y certidumbres mohosas. Podemos plantearnos la pregunta de si el siglo XXI no ha empezado realmente con el inicio de los a¤os noventa, de la £ltima d‚cada del siglo XX. Se ha definido la sublevaci¢n zapatista como la "primera revoluci¢n del siglo XXI". Si partimos de la concepci¢n pol¡tica del tiempo en vez de la lineal interpretaci¢n cronol¢gica occidental, comprendemos que no han desaparecido las espectativas revolucionarias. A finales de la d‚cada de los ochenta, el imperialismo estaba euf¢rico y la humanidad sumida en el desconcierto y en la desesperanza. Ya en la mitad de la d‚cada de los noventa, esa euforia se ha debilitado y t¡midos rayos de esperanza asoman entre tormentas amenazantes. No estamos acostumbrados a contrastes tan agudos: esperanza y peligro mortal pugnando a la vez. Estamos acostumbrados a la torpe visi¢n mec nica y maniquea. Hemos olvidado la dial‚ctica de la unidad de las contradicciones antag¢nicas. La solidaridad debe basarse en esa concepci¢n seg£n la cual la acci¢n subjetiva es parte de la acci¢n objetiva y viceversa, adem s de condici¢n sine qua non para la victoria. La solidaridad no puede nunca basarse en interpretaciones finalistas y deterministas de la historia. No hay idea absoluta, esp¡ritu, demonio o dios que nos conduzca al para¡so de la victoria o nos castigue al infierno de la derrota. Alguien dijo que la solidaridad es la ternura de los pueblos. Lo dijo en los a¤os sesenta cuando no se hab¡a desatado a£n la contraofensiva estrat‚gica iniciada a mediados de los setenta. Hoy aquel revolucionario asm tico y ateo dir¡a que, adem s de la ternura, la solidaridad es tambi‚n el saber de los pueblos. Su tremendo poder cr¡tico le hubiera ense¤ado que en el tercio de siglo transcurrido, la mundializaci¢n nos obliga a unir como ‚l lo hizo, ternura y saber, amor y conocimiento, internacionalismo e independentismo. Estas precipitadas y breves reflexiones se han atrevido a tantear s¢lo algunas v¡as que ustedes corregir n y ampliar n.